Desde el 1 DE SEPTIEMBRE DE 2012 hemos venido celebrando en numerosos pueblos y ciudades del planeta, las lecturas solidarias "ESCRITORES POR CIUDAD JUÁREZ".

Estas lecturas están convocadas en solidaridad con Ciudad Juárez, en representación de todo el pueblo de México y por extensión de cualquier otro rincón del planeta donde el miedo, consecuencia última de la violencia, es utilizado para imponer la voluntad y los intereses de los grupos de poder sobre los derechos y la dignidad de los pueblos y los ciudadanos.

En nombre del colectivo Escritores por Ciudad Juárez continuamos con esta llamada a la solidaridad y la movilización. Quienes lo deseen pueden remitirnos sus poemas o textos, alusivos al conflicto que padece Ciudad Juárez, que serán colgados en este blog y posteriormente utilizados en cuantos proyectos y publicaciones decidan los organizadores de las lecturas solidarias. Las colaboraciones serán colgadas como entradas, con el nombre del autor o autora, junto al nombre de la ciudad de donde nos escriben. Y cada nueva colaboración del mismo autor o autora será añadida a la primera de sus colaboraciones.

Dirección de contacto: poemasporciudadjuarez@hotmail.es

jueves, 27 de septiembre de 2012

GERARDO CÁRDENAS, Chicago, Illinois


El frío del desierto

Vasija rota en mitad del desierto,
carne que huye en estampida
rencor blanco y rojo
de hombres y bestias
abatidos como cifras.

La muerte era cosa de antes
de la noche y el frío del desierto;

era lobo o serpiente,
ráfaga que siega el cruce.


Esperaba bajo un huizache
u oculta tras las piedras
donde el cimarrón cubre a sus hembras.

Eso fue antes.
Hoy camina a todas horas
entre fábricas y arroyos;
cuenta cabezas como quien cuenta ovejas,
a la sombra del huizache adoran su imagen
posada sobre un lecho de armas,
alumbrada por los rostros de los muertos.

La muerte se traga los espejismos
de una mujer que despierta
con el cuello roto, el vestido rasgado
y las astillas de su nombre.

El desierto es un escombro
esparcido por el viento,
sofocado en la neblina.

La vasija se quebró
en un tumulto de pánicos
de voces que huyen por un camino
de botellas vacías,
zapatos rotos,
sombreros taladrados por el sol.

Un buitre huye con el último trozo:
el que lleva mi nombre.

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