Pido permiso
Para hablar de las flores mancilladas,
Estranguladas en su propio aroma
Al filo del amanecer.
Para hablar de la mugre de las uñas,
Única evidencia de la tortura
Del grito contenido.
A la piel rasgada en jirones
Seda friolenta de las fábricas
Y las maquiladoras.
A los silencios de las arenosas tierras,
A la punta filosa de las piedras
Minúsculas
Camas
(únicas)
De dolor.
A la lágrima ciega
Que no fue rocío de luna nueva.
Pido permiso,
Para hablar de las sin nombre.
De las abnegadas voces
Encostradas en los diarios matutinos:
Las crucificadas mujeres de Ciudad Juárez;
Que al igual que el Nazareno,
Enjuiciaron,
En el tiempo decadente
De la inútil modernidad.
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