torre ensimismada
regio habitáculo de asfalto y soledad
reclamo en las horas del ímpetu
del mar de mi infancia la ingrávida sal
el lívido rostro de mi padre en los días de escasez
los labios resecos de mi madre hartos de la espera
y la cruz de ceniza en tiempos días de cuaresma
Reclamo el espanto de las noches de octubre
el retozo de los cocuyos
el vuelo de Isabel entre los árboles
la inocencia en la risa de los carboneros
al río Joba, largo y lánguido como un pájaro muriéndose
a mi hermano Luis Amaro vestido de bombero
la parda vida de los pescadores de la Ermita
los ojos café de Gele Gil
las veladas a Santo Domingo
los largos rezos de mi abuelo
y las tardes frías de diciembre
Reclamo las horas de hastío
cuando el mundo era mi pequeña casa
y era un juego la vida
con sus misterios y su invasión de alas verdes
y la poesía un enredado temblor de luciérnagas
cuando la eternidad descendía pavorosa hasta mí
y supe interrogar mis sombras, mis miedos
en los rumores de la noche
También supe de las máscaras del hombre
mirando mi abuelo danzar ante su muerte
cuando su oscura saliva pobló su camisa
y en su partida vi ángeles descender
y hubo relámpagos y tambores presintiendo algo
en mi leve carga primigenia y angosta
Y hoy solo
en esta ciudad parda y gris
que se abisma en su miedo y su historia
reclamo a dura voz
tantos sueños idos
tantas nostalgias ateridas
tanto andar de polvo y tiempo
Hoy justo hoy
en las ruinas del grito y la sangre
en mi turno de vidente que sale y vuelve de la noche
escuchando mis pasos en el polvo
lo reclamo todo
desde estas ruinas que callan secretos
y que espera
la innombrable noche
No hay comentarios:
Publicar un comentario