CIUDAD
JUÁREZ
¡Ciudad Juárez,
ciudad, ciudad!...
Nunca podrán
contigo
las sombras que
pretenden los rostros sin facciones
sobre tus casas
blancas alzadas en los siglos.
Tu esperanza no
matarán sus noches
en los más tristes
fondos anclados en sí mismos.
Por más que sufras
los hierros y los humos
como vientos que
pasan helando con sus fríos,
nunca regresarás al
silencio de estepas desoladas
de donde te elevaron
las madres de los ríos.
Jamás te volverán
de nuevo a aquel paisaje
herido de serpientes
y atávicos abismos,
que espera a que la
luna alumbre sus cadáveres
en piedras
calcinadas de tiempos y de olvidos.
No acabarán
vencidas por la desolación
tus calles que
trajeron los juegos de los niños,
tus aladas mujeres
que hoy sufren entre
espinos,
tus casas que
conservan las almas de otras almas,
los días de otros
días en sueños infinitos.
Nunca te llevarán
esos que sólo son
famélicos silencios
sin cuna y sin destino,
pues morirán
sufriendo el mismo sufrimiento
que siembran sin
sentido,
que le da vida a sus
vidas
y al cabo logrará
su pálido exterminio.
Tú sólo eres tú
misma; existes por ti misma.
Sólo te reconoces
en tus hijos.
Los que quieran
matarte son nada más que miedos
ahogándose en sus
miedos oscuros y cautivos.
Te mando mi poema
alzado sobre el caos.
Tú has cogido mi
mano y lo has escrito.
Vuela hacia ti
juntando los versos de todas las ciudades.
Hay muchos corazones
por mares y caminos
que forman una
aurora por donde acompañarte.
Acabará la noche
que con la noche vino.
La sombra pasará.
Todas las sombras.
Porque siempre los
muertos están muertos en sus silos.
La nada sólo es
nada
y siempre nada en
sus largos espejismos.
Los que creen ser
dueños de este mundo
no poseerán la paz.
Su atlántico martillo
golpeará sobre
ellos tras su muerte, y será su eternidad.
Vencerá la palabra.
La palabra es lo humano en lo divino.
Ciudad, Ciudad
Juárez,
tan solo tu verdad
es todo tu destino.
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