MUJER DE COLORES
Soy una mujer de colores
Soy
la india
cobriza que
pare a su hijo
agarrada
al tronco del árbol de la vida
que
lame la sangre y los restos de placenta
del
pequeño cuerpecito que
muy
poco antes era suyo unido por ese
cordón
umbilical que
ella
corta con sus dientes,
los
mismos dientes que curtirán el cuero con el que
hará
los mocasines de su hijo.
Soy una mujer de colores
Soy
la negra
africana que
grácil
como una gacela
atraviesa
con sus pies descalzos,
ya
parte de su tierra,
la
sabana con el cántaro sobre su perfecta
y
bellísima cabeza
en
busca de agua para su familia.
La
que maja en el molino de piedra
el
grano que sustentará a su gente,
la
que cuida de sus ancianos para
transmitir
la sabiduría
ancestral
a sus púberes a los que
prepara
para sus ritos de paso que los
convertirá
en su tribu.
Soy una mujer de colores
Soy
la asiática
amarilla que,
agachada,
cultiva
el arroz, cubierta por un
enorme
sombrero que no le priva ni
del
sol ni de la lluvia
mientras
su niño, atado a su espalda,
duerme
mecido por el
suave
bamboleo de la penosa
tarea
de la madre.
Soy una mujer de colores
Soy
la mujer musulmana,
arco
iris bajo
los mantos que la cubren,
vestidos
por amor y
fidelidad
a su tradición,
velos
que ocultan sus lágrimas
derramadas
por
sus
hijos,
heridos
en lucha desigual de
piedras
contra balas;
las
vertidas,
con
rabia e impotencia,
por
esos llamados
"mártires"
que
dan su vida para
quitar
otras;
las
que se lloran hacia dentro y
anegan
el corazón
para
ahogar frustraciones,
anhelo,
luto,
dolor.
Soy una mujer de colores
Soy
la occidental
blanca,
esclava
del reloj y de las prisas,
partida
entre su casa y su trabajo,
campeona
en un mundo hostil que
le
exige darlo todo y aún más,
ser
una profesional eficiente y
una
esposa y madre ejemplar,
mujer
objeto autoconvenida
de
que su liberación y
su
satisfacción
pasan
por sacrificar
lo
mejor de su vida
a
un sinsentido.
Soy una mujer de colores
La
que oculta su rostro detrás de un burka,
la
que pierde a sus hombres en las guerras,
la
que es violada, humillada, maltratada,
la
que vive en el olvido y la miseria.
La
que triunfa y es reconocida,
la
que hace realidad sus sueños,
la
que juega con sus hijos y es amada,
la
que muere feliz y realizada.
La
adolescente que se prostituye
con
las falsas promesas de neón de un supuesto mundo feliz,
la
vieja que se autoengaña
con
prótesis y liftings.
La
niña que sólo sentirá dolor cuando debería
estremecerse
de gozo porque, salvajemente,
le
arrancaron su clítoris y le
robaron
el orgasmo para siempre.
La
recién nacida y recién muerta porque
“hija
mía, este mundo no es para ti,
y
sólo un hermano tuyo podrá llenar
nuestra
casa y nuestro corazón”
Soy una mujer de colores,
con
mis sufrimientos,
mis
sacrificios,
mi
dolor, mi desgarro.
Soy una mujer de colores,
con
mis alegrías,
mi
entrega,
mi
dignidad, mi fuerza.
Soy LA mujer de colores
y
no pienso consentir que nadie,
ni
siquiera tú,
me
vuelva gris.
Para
todas las que hemos decidido
ser
LA.
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