Desde el 1 DE SEPTIEMBRE DE 2012 hemos venido celebrando en numerosos pueblos y ciudades del planeta, las lecturas solidarias "ESCRITORES POR CIUDAD JUÁREZ".

Estas lecturas están convocadas en solidaridad con Ciudad Juárez, en representación de todo el pueblo de México y por extensión de cualquier otro rincón del planeta donde el miedo, consecuencia última de la violencia, es utilizado para imponer la voluntad y los intereses de los grupos de poder sobre los derechos y la dignidad de los pueblos y los ciudadanos.

En nombre del colectivo Escritores por Ciudad Juárez continuamos con esta llamada a la solidaridad y la movilización. Quienes lo deseen pueden remitirnos sus poemas o textos, alusivos al conflicto que padece Ciudad Juárez, que serán colgados en este blog y posteriormente utilizados en cuantos proyectos y publicaciones decidan los organizadores de las lecturas solidarias. Las colaboraciones serán colgadas como entradas, con el nombre del autor o autora, junto al nombre de la ciudad de donde nos escriben. Y cada nueva colaboración del mismo autor o autora será añadida a la primera de sus colaboraciones.

Dirección de contacto: poemasporciudadjuarez@hotmail.es

martes, 14 de agosto de 2012

FELIX J. ALONSO CAMARERO, Burgos, Castilla-León


ESCRITORES POR CIUDAD JUÁREZ

Ya no sabemos. Nadie sabe más que el otro, nadie sabe. Aquél, perturbado. El otro confundido. Todos, desamparados. La calma se ha ido. La sabiduría no dura el tiempo de una inspiración. Octavio Paz

Amanece el día a punta de revólver. Habla el miedo y las nubes huyen despavoridas, seguidas de un viento huracanado. Entre sus alas, el escarnio y el olor a pólvora y a sangre de otros crímenes, detritus del corazón humano hacia el muladar de la historia.

Un disparo y la cabeza de la razón estalla. ¡Tantas veces! La justicia recoge su balanza y recula –¡de nuevo!- , y se refugia en su habitual indiferencia, antesala del infierno. Es tan culpable como la fe, como los sueños, ideales humanos revoloteando cual negros murciélagos en la misma cueva.

Desprovisto de toda humanidad, el tiempo ya no es tiempo. Ni las estaciones se suceden ya: primavera, verano, otoño, invierno. Nada se mueve, nada vive que necesite su gobierno. Ominosa soledad bajo la luz apocada de un sol que se niega a brillar. En realidad, un cielo de cemento, uniforme y frío, gobierna con toda justicia sobre tanta ignominia.

¿Cuándo, oh milagro, sobre el silencio de las tumbas la brisa renacida de la alegría comenzará a oxidar el mortífero hierro? ¿Cuándo podrán de nuevo palpitar aquellos corazones que claman justicia? ¿Cuándo regresará la casi olvidada primavera?


De este modo se nos fue acabando la tierra. Casi no nos quedaba ya ni el pedazo que pudiéramos necesitar para que nos enterraran. J. Rulfo.
Sin embargo, a los derrotados muertos, el general vencedor les concedió la clemencia de unos palmos de tierra para que descansaran. Que era como volver a recobrar la propiedad del suelo. Habían perdido y era como si ostentaran aquel título desde el más allá. Esto intentaron hacer ver al general vencedor sus estrategas. Y añadieron: “Aquí, mi general, llegarán las enlutadas viudas, viudas preñadas de nuestros vencidos, mi general, a llorar a sus hombres caídos. Aquí parirán y crecerán los retoños. Y vuelta a empezar, mi general. Mejor que los buitres se coman los cadáveres”. Esto le dijeron. Pero el general vencedor no les hizo caso. Gran corazón el corazón del vencedor. “Tal vez su perdición, mi general, y la ruina de nuestro ejército el día de mañana”. Esto pensaron sus estrategas, mi general, pero no se lo dijeron.

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