Primer
poema
En
el jardín que se bifurca
La
vida tiene un lento porvenir.
En
el patio ajedrezado
La
lluvia cae al amanecer,
en
la calle suena el saxofón,
Y
en la playa nace el carnaval.
Eres
un grito
Que
recorre el malecón,
Un
eclipse
Que
estalla en la ciudad.
En
el pasillo de las sombras
Suena
el eco de tus pasos,
Y
en tu rostro zurca el desazón,
Corren
tras de ti
Flautas,
Tambores,
Vagos,
Gitanos,
Estudiantes
y patanes.
Corren
tras de ti
Sables,
Cuchillos,
Curas,
Andrajosos,
Momias
y Quijotes.
En
el callejón de la sonrisa
Eres
el beso y la discordia,
El
último suspiro,
Y
el sueño del obrero.
Segundo
poema.
Soy.
Soy
un beso infernal,
La
cicatriz,
La
maldición,
Una
hora olvidada en un desván.
Un
día igual a la soledad,
Al
sueño,
Al
alebrije,
Al
embrujo que se esfuma.
Que
las aves te digan,
Que
amo tu cuerpo entre la arena,
Que
busco tu cintura en el acantilado,
Y
en las piedras del camino.
Quiero
arañar
Tu
piel arboleda en la llanura,
La
ciudad desde el oriente,
Con
tu vientre muro de agua.
Quiero
volar,
Hasta
el fondo de la vida,
Ser
el chuparrosa,
El
pájaro mosca,
El
colibrí zurdo.
Llegar
a la tierra prometida,
Tatuarte
los recuerdos
Con
ceniza, tierra y agua.
Soy
el antifaz,
El
gesto,
El
desdén,
La
juventud,
Un
golpe certero para ti.
Tercer
poema.
De
un zarpazo te llevaste
el
mar,
la
lluvia,
la
arena,
y
quedó la piedra suspendida.
De
un zarpazo los minutos
confiscaron
tu mirada,
tu
ropa,
tus
zapatos.
De
un zarpazo
mi
horizonte tiene un coágulo en el costado,
un
árido jardín,
un
ángel mutilado.
De
un zarpazo
un
Gólgota te espera,
Cristo
lleno de insultos y pedradas.
Elegía
sin dientes,
Osamente
indescifrable,
Ironía
y despedida.
Cuarto
poema.
Prohibido
escribir tu nombre de sándalo y adobe,
el
séptimo presagio
que
elimina la gotera,
Prohibido
señalar a Sahagún
y
sus árboles monstruosos,
el
camino blanco
por
donde viajaron mis ancestros.
Prohibido
hablar de los vikingos
que
rompieron sus destino
sin
temor a la noche y al abismo,
del
difícil Marco Polo
que
no quiso descifrar la esfera.
Sólo
el almirante y la brújula perdida
podrán
escribir la historia
llegar
al paraíso,
a
la punta del pezón,
donde
se encuentra
el
indígena salvaje,
el
baile florido
y
los cascabeles de oro
Prohibido
escribir tu nombre de sándalo y adobe,
recordar
los pedazos de vidrio
con
que los hombres de metal
compraron
tus caricias,
Prohibido
recordar la derrota
y
el final de un gran imperio.
Quinto
poema.
En
tus cejas hay un sendero de reptiles
que
desovan el verano,
una
garza que devora profesías,
y
mi infancia con sus catedrales
y
sus perros.
En
tus cejas hay un sendero de tortugas
que
desovan el verano,
son
la vida que caminan por un tunel,
son
escudos negros,
en
una selva con fusiles de madera,
es
mi vida de quetzal herido
que
navega en chalupa,
la
ciudad que cubre
tus
sueño de Malinche.
Es
el monolito
partido
en mil pedazos,
tu
pecho
entre
el jaguar y la armadura,
tu
cadera
entre
las flechas y las balas de cañón.
Sexto
poema.
Mi
mano lagartija
atrapa
tu tímido bonsai,
bala
entre tus ingles,
comensal
en tus pezones de arena,
dinosurio
en el maratón de tu piel.
Séptimo
poema.
Doy
la vida por usted,
El
vientre oscuro de mi país,
La
laguna adormecida
Donde
navegó Moctezuma,
Y
soñó la Malinche,
Donde
palpita el corazón de un pueblo
Que
busca regresar a su origen.
Octavo
poema.
Vestida
de verde.
Así
me gustas soledad
Vestida
de verde,
Con
tu andar de parpadeo ligero
En
el pleamar de las nubes.
Con
tus dedos de lirio
Trazando
paisajes en la geografía,
Piedra
y huracán,
Curva
en el crepúsculo,
Rostro
y holocausto.
Dicen
que eres difícil soledad,
Porque
guardas un silencio de dinamita,
Un
llanto en el terremoto,
Una
bala que perfora mi cráneo.
Soy
amor lapidado
Que
desciende a los infierno.
Dicen
que no sabes amar soledad,
Porque
no cuidas mi cama,
Por
el día
O
durante la noche,
porque
no besas mi cuerpo
lleno
de delirios urbanos.
Tú
metralla bajo mi piel,
Altar,
sacrificio,
Amor
y cementerio.
Noveno
poema.
Ulises.
Sabe
tu cabello
a
proyectil quemado,
a
sangre, a purgatorio.
En
el muro de lamentaciones
dialoga
mi madre,
teje
y desteje
el
eco de tu letanía.
Estalla
un reloj
convertido
en llorantero,
se
desbordan ratones
como
se desbordan los minutos,
destruyen
tu rostro imposible,
tu
historia imposible.
Sabe
tu cabello
a
tierra con yodo,
a
óxido y sulfato.
Veinte
mil picotazos carcomen
filamentos
de tu risa.
Gota
a gota es tarde
en
los recovecos de tu vida.
Tarde
-muy
tarde-.
Sabe
tu cabello
a
proyectil quemado,
a
sangre,
a
purgatorio,
a
difícil retorno.
Décimo
poema.
Soy
hombre, ese terco animal que te desea,
el
niño desquisiado tras las huellas de tu piel,
esa
ropa sobre el suelo,
los
lentes en el tocador,
el
niño mirando la escalera,
la
hojarazca de recuerdos,
el
beso en la repisa.
Soy
hombre, el salvaje que te espera,
la
cama del amor profano
al
que no quieres retornar.
Soy
hombre, ese terco animal que nunca olvida,
que
el cielo no está en venta,
que
no es comestible,
que
tu rostro en la arena
se
diluye con el tiempo.
Nos
separa el infinito
y
tu vanidad de señora,
una
voz en el desierto,
una
caricia infernal,
un
escapulario sin retorno
y
la cruz del ajusticiado
que
sueña con salvarse
más
allá de la muerte.
Oceavo
poema.
Ya
no está,
Se
marchó por la ventana,
En
medio de objetos que volaron,
Como
zumbido de abeja triturando mis sentidos.
Abrió
la puerta
Y
enfiló por la calle,
Entre
ruidos y murmullos,
Entre
campanadas
Y
cantos de atabales.
Se
fue, con pisadas de humo,
Entre
laberintos de mercado
Y
sueños de héroes carcomidos.
Ya
no está,
Soy
marioneta sin hilos
entre
mascaradas de fracaso,
y
el conquistador me mira con desdén.
vino,
pan, sangre
en
la taberna y a mitad de la Plaza principal.
vino,
pan, sangre
en
el callejón del aguacate
y
en el portón de la mujer herrada.
Ya
no está,
La
mujer dormida
La
vió perderse en la laguna,
El
perro desvelado,
la
garza en pleno vuelo,
el
niño de la calle,
el
puente solitario.
Toda
la ciudad
La
vió perderse en la laguna…
Doceavo
poema.
Detrás
de la puerta
hay
barcos de guerra,
hay
armaduras y ríos de sangre.
El
almanaque
ha
cambiado de rostro
y
la vida busca refugio
en
otro lugar.
Detrás
de la puerta
han
violado a Malinche,
desde
el pedestal rueda el penacho
y
el escudo de jade.
Detrás
de la puerta
han
sepultado a Coatlicue,
y
hay trompetas de fuego
en
los pastizales.
Ya
no estás
lirio
salvaje,
copo
de nieve
a
mitad del infierno
Ya
no estás
eres
un mundo distante,
una
cruz y una campana,
un
corazón con espinas,
un
reloj y un libro
de
historias interminables.
Detrás
de la puerta
hay
hombres con cara de sol
que
se han marchado contigo
hay
un paraíso perdido,
y
un barco navega entre nubes
y
se ha marchado contigo,
y
se ha marchado contigo,
y
se ha marchado contigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario