Desde el 1 DE SEPTIEMBRE DE 2012 hemos venido celebrando en numerosos pueblos y ciudades del planeta, las lecturas solidarias "ESCRITORES POR CIUDAD JUÁREZ".

Estas lecturas están convocadas en solidaridad con Ciudad Juárez, en representación de todo el pueblo de México y por extensión de cualquier otro rincón del planeta donde el miedo, consecuencia última de la violencia, es utilizado para imponer la voluntad y los intereses de los grupos de poder sobre los derechos y la dignidad de los pueblos y los ciudadanos.

En nombre del colectivo Escritores por Ciudad Juárez continuamos con esta llamada a la solidaridad y la movilización. Quienes lo deseen pueden remitirnos sus poemas o textos, alusivos al conflicto que padece Ciudad Juárez, que serán colgados en este blog y posteriormente utilizados en cuantos proyectos y publicaciones decidan los organizadores de las lecturas solidarias. Las colaboraciones serán colgadas como entradas, con el nombre del autor o autora, junto al nombre de la ciudad de donde nos escriben. Y cada nueva colaboración del mismo autor o autora será añadida a la primera de sus colaboraciones.

Dirección de contacto: poemasporciudadjuarez@hotmail.es

sábado, 25 de agosto de 2012

JOSUÉ BARRERA, Hermosillo, Sonora

Amigos
Era normal que llegaran al café de siempre y hablaran de las dificultades que cada quien había tenido en su trabajo. Tomaban asiento, pedían de beber y disfrutaban de la vista que el lugar ofrecía: las palmeras de la avenida permitían que la conversación se iniciara recordando el viaje que habían hecho a la playa diez años atrás, cuando estaban en el colegio y acababan de conocerse: estallaban en risas con la caída de Edgar, con la fogata que finalmente se encendió cuando ya habían consumido la comida fría y sólo había servido para contar historias y de nuevo se reían porque la habían apagado orinando al día siguiente. Jesús lo hizo primero, dice Gerardo. No es cierto, replica Jesús, fue Esteban. Y entre las discusiones descubren que no importa quién haya sido. Edgar se levanta, se dirige al baño, y entonces Jesús recuerda que Elsa se fue con él después de la fiesta que organizaron un noviembre cuando Edgar había salido de la ciudad, sin saber, sin evitar, sin esperar que su amigo estuviera de ese modo con ella después de que todos lamentaran su ausencia, incluyendo ellos dos quienes hablaron de una posible relación que jamás existiría, y acordaron no decirlo, tratar de olvidar lo sucedido porque era injusto para Edgar. Era incómodo reconocerlo, así que lo mejor había sido olvidarlo, no hablar más aunque ese encuentro lo extrañaran por mucho tiempo pero no había modo de cambiar las cosas, sólo seguir adelante, continuar con la vida y las sonrisas y los encuentros semanales en aquel café, quizá un recuerdo cuando le pregunta por ella, un mínimo recuerdo que se asoma queriéndose escapar, pero eso era todo.

No hay mejor día que éste
La naranja estaba podrida cuando Mauricio la tomó con sus gruesas manos para pelarla y llevarse un gajo a la boca. Probó la fruta rápidamente, sin darse cuenta de que no podía comerse. El segundo gajo estuvo más tiempo en su boca, pero aún así no percibió aquel sabor. Fue en el siguiente cuando Mauricio lo supo. Se detuvo, pensó en lo que había comido y buscó un lugar donde pudiera escupir el trozo de fruta.
Se enjuagó la boca, y al mirarse en el espejo vio que debajo de sus ojos había aparecido una línea curva que denotaba cansancio, esa terrible carga que los días van juntando en silencio. Era la primera vez que veía algo así en su rostro. No era señal de desvelo. Tampoco una herida. No acababa de despertar, y por lo tanto, no era una de esas marcas imprevistas que se quitan en dos minutos. Era algo más.
Recordó cuando de joven iba a la playa con sus amigos y les decía que por más que veía el mar, no podía abarcarlo todo. Lo mismo sucedía con el cielo. Se acostaba en el techo de su casa y miraba el espacio desde un extremo al otro. Solía pensar que esa parte que miraba era sólo un fragmento de un manto estelar infinito. Que realmente no había visto nada de lo que existe.
¿Cuantas veces había llorado? Le vinieron a la mente imágenes de años atrás, rostros casi perdidos, eventos que creía haber olvidado. La primera vez que subió a un avión y desde las alturas miró que su ciudad no era más que un puñado de casas y calles.
Mauricio volvió a darse cuenta de su situación cuando sintió que la boca aún tenía el sabor desagradable de la naranja. Tomó agua dos veces más. Levantó su rostro y volvió a mirarse en el espejo. Tuvo la idea de que esa vez ya no la vería más, de que esa línea era algo provisional. Pero no, apareció reflejada de nuevo, y en esta ocasión más visible.
Salió absorto del baño. Se encontró con su mujer en el pasillo pero no cruzaron palabras. Salió al patio de la casa y vio que el carro se encontraba en la cochera, que las plantas iban tomando un buen color, que la calle estaba limpia, que los vecinos de enfrente no se encontraban, que las casas vecinas, así como la suya, necesitaban una pasada de pintura, que había infinidad de cables por encima, que el cielo tenía un azul agradable.
Condujo su mano al rostro para tocar la olvidada barbilla, el resquicio de su barba, sus inconfundibles labios gruesos, sus características mejillas redondas y esa pequeña línea nueva, indescriptible, que podía significar todo y nada a la vez. Había que tocarla y sentirla y mirarla todos los días para conocerla y darse cuenta de que era suya. De nadie más.

Películas
Cuando ella llegó a la casa la televisión estaba encendida. Cerró la puerta, vio la luz que desprendía el televisor y se acercó a la sala. Él era una espalda gruesa e inmóvil que estaba en medio del sofá. Mientras esperó a que él volteara vio las imágenes en la pantalla. Se sintió excitada al ver que el hombre de la película tomaba con violencia el cuerpo esbelto de la mujer para desnudarla y fornicar. En la escena siguiente la pareja de actores descansaban frente al televisor. Miraban una película en donde una pareja estaba a punto de terminar: ella llegaba a casa cada noche y él fingía no darse cuenta.

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