Elegía a una mujer mejicana
de la vida,
y tras la puerta doliente
solo queda la tibieza
de la herida.
Miro desde la distancia
que conlleva el sosiego
de la pena,
traspasada en esta estancia
donde solo quema el fuego
que enajena.
van conmigo,
mas la muerte no mató
la realidad donde gira
mi enemigo.
Estigia de la memoria,
mi palabra vuelve en eco
replicado
los desmanes de la historia,
y un grito lanzo e impreco,
desgarrado.
vengativa.
Mi cartel es la noticia
de una voz tan divulgada
y combativa
que impregna todas las piedras,
que mueve todas las olas
de los mares,
que esparce como las hiedras
bramidos de caracolas
y cantares.
Nací bajo los calores
de una ciudad mejicana
fronteriza,
donde ilusión y dolores
configuran un mañana
de ceniza.
Humilde como la arena,
sencilla como el desierto
desolado,
paciente como la pena
de un negro ciprés incierto
sin pasado.
Siempre mirando al futuro,
proyecto sendas y estelas
de trabajo.
Ando el camino seguro
con los ojos centinelas
hacia abajo.
He cantado la inocencia
de una vida sin dobleces
ni maldades
donde no cabe dolencia
y los besos son, a veces,
voluntades.
de codicia,
entre las sombras que elevan
dedos de lejanas cargas
de avaricia…
voy del silencio al terror,
oigo gemidos de perros
moribundos;
mi piel enciende un rumor
de cadenas y de hierros
nauseabundos.
del acero?
¿Por dónde retumba el monte
que va matando el sigilo
mañanero?
Solo quedan las tinieblas
sin estrellas ni ternuras
compartidas.
Son las caricias las nieblas
de las noches y amarguras
tan temidas.
¿Dónde se esconde mi niña?
¿Quién ha cortado su trenza
de misterio?
¿Contadme por qué campiña
corren sus pies y comienza
el cautiverio
de mi corazón dolido,
buscando en los duros ojos
infernales
un rayo donde el olvido
no vuelva en secos enojos
mis rosales?
con su risa,
anegando en confianza
cuanta mirada gozosa
se precisa.
Abrazos, caricias, besos
abren ventanas al viento
satisfecho,
volviendo abriles traviesos
los eneros del momento
de despecho
******
Con su muerte repetida
no es Juárez quien instituye
su baldón,
ni está en la honra perdida
de Méjico quien destruye
su opinión.
En Juárez estamos todos
construyendo un mausoleo
de indecencia,
y lanzan los sucios lodos
un amargo chapoteo
de violencia
y su anhelo,
la humanidad se convierte
en un día sin mañana
ni consuelo.
Pero el tiempo está en el verso
del recuerdo y de la huella
imborrable.
La voz será el universo
donde se encienda la estrella
perdurable.
Trabajado y hermoso, Paco, enhorabuena. Me recordó el título de una vieja canción, "Vísperas de la destrucción o días sin mañana". Salud, Emilio.
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