LA PAZ Y MI CONTRADICCIÓN
Mi nombre es Asís Arana y nací en Bilbao en un año en
el que se prohibía el uso de determinadas palabras. Todas ellas
pertenecían a un euskera que apenas hablo. No obstante -o quizás hasta
por eso mismo-, me habría gustado poder ahora dirigirme a vosotros a
través de dicha lengua. Y es que considero un derecho fundamental poder
elegir hacerme entender –o incluso malentender- con las palabras que yo
decida hacerlo, aun a riesgo de conseguir así ser tan listo o estúpido
como para que nadie me entienda.
Pero que tampoco nadie se equivoque. Aunque ya he
aclarado que me gustaría hablarlo, no me arrepiento o avergüenzo de no
hablar euskera, del mismo modo que no me jacto o enorgullezco de hablar
español. Si por absurdos motivos alguno quiere llamarlo “estatal” es
libre de hacerlo, del mismo modo que yo lo seré de considerarle por ello
lo que me de la gana, aparte por supuesto de un soberano pelmazo con
más tiempo libre del que su calenturienta cabeza es capaz de manejar.
Como escritor, obviamente escribo a través de palabras,
pero en absoluto amo las palabras de ningún idioma, ni del que suelo
utilizar ni de ningún otro. Y soy libre para pensar así del mismo modo
que muchos de mis colegas están en su derecho de detestarme o
menospreciarme por ello. Pero siempre y cuando, eso sí, que no me maten o
agredan después. Porque “chuleando” a las palabras de cualquier idioma,
ejerzo mi derecho a amar tan solo algunas de las cosas o personas a las
que en ocasiones logro acceder a su través.
Y así pienso yo, Asís Arana, del mismo modo que algunos
pueden pensar que yo soy sólo eso, mi nombre. Pero esa etiqueta no soy
yo. Del mismo modo que quizás otros piensen que yo soy mi idioma o mi
inclinación religiosa, pero esas palabras o creencias tampoco soy yo;
del mismo modo que quizás los haya hasta que piensen que soy mi tierra,
mi estado, mi nación, o su cultura y costumbres, pero ni mucho menos
esas entelequias o abstracciones me definen. Porque por no ser yo, puede
que ni siquiera sea mi pasado, presente o futuro. Y quizás piense así
porque crea a su vez que ni siquiera siendo yo se pueda nunca saber del
todo quién o qué soy yo.
De todos modos, eso no es lo peor de todo. Ni mucho
menos. Lo peor de todo es que quizás piense así porque, en nombre de
todo lo que no soy y nunca jamás quiero ser, he visto más cosas de las
que me habría gustado ver. Incluso muchas más, aun sin apenas haber
visto casi nada si me comparo con otras personas mucho más desgraciadas.
Y también quizás sea por eso que he decidido estar en el bando de los
que reniegan de tener bando, cayendo así en la más absoluta y flagrante
de las contradicciones.
Sí, quizás ése sea el motivo por el que me atraigan
tanto las contradicciones, hasta el punto de casi necesitarlas para
poder soportarme a mí mismo. Quizás por eso mi única y verdadera
identidad sea la de ser una insoluble infinidad de contradicciones,
siendo éstas al final las únicas verdades que me permiten estar en paz
conmigo mismo y los demás. En efecto, es probable que por haber visto a
mi alrededor mucho más que demasiado aun habiendo visto tan poco, haya
convertido a la paz en la más grande y bella de mis contradicciones.
No obstante, hay una sola cosa de la que no dudo lo más
mínimo. Significara lo que significase la paz para los que discrepan de
plano con todo lo que acabo de decir, la amo y necesito exactamente
igual que todos ellos. Y eso es así porque, simplemente y por encima de
cualquier otra cosa, ninguno de nosotros puede vivir sin ella. O lo que
viene a ser lo mismo, si no tuviera paz no podría seguir discrepando con
nadie. Y concretamente a Asís arana, fuera éste quien o lo que fuera,
poder discrepar, le da la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario