FINAL
DE POEMAS DEL RENEGADO
I
Temo
mi racionalidad quebrada al enfrentarme cada día
a
tanta racionalidad perversa que busca cuadrar unas cuentas
cada
vez más centripetadoras e insaciables como obsesión dominante
que
consiguen transmitirme hasta el desborde de mi propia racionalidad.
Que
debiera convertirse en cálculo, sin más,
con
balance de debe y haber sencillito, esencial y profundamente
verdadero.
O
tal vez – duda mejor que temor – mi racionalidad sea limitada
y
no sepa aplicarle a las cinco reglas necesarias para el cálculo
derivas
o derivadas.
II
La
deuda de Grecia, esa mentira de mentiras en red y acordadas,
para
seguir jugando con las palabras.
La
deuda del Sur a quién que se esconde entre siglas – palabras –
para
seguir jugando insaciable depredador.
La
gran inversión de la deuda para seguir jugando
hasta
la centrifugación del estallido.
Desolación
de las palabras. Terribles, siempre,
las
conceptualizaciones y establecimiento de categorías,
los
objetivos de las racionalizaciones.
El
corsarismo es un arte menor de la adquisición de bienes o poder sin
más,
como
la guerra es arte mayor – según categorías clásicas
aristotélicas –
para
ese mismo objetivo y caiga quien caiga,
aunque
haya víctimas o muertos más o menos directos y más o menos
visibles
como
una de las consecuencias del éxito de la operación.
Por
qué seremos tan lógicos, Munárriz.
El
renegar puede ser un estado de ánimo, sin más.
De
ahí los poemas del renegado.
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