Desde el 1 DE SEPTIEMBRE DE 2012 hemos venido celebrando en numerosos pueblos y ciudades del planeta, las lecturas solidarias "ESCRITORES POR CIUDAD JUÁREZ".

Estas lecturas están convocadas en solidaridad con Ciudad Juárez, en representación de todo el pueblo de México y por extensión de cualquier otro rincón del planeta donde el miedo, consecuencia última de la violencia, es utilizado para imponer la voluntad y los intereses de los grupos de poder sobre los derechos y la dignidad de los pueblos y los ciudadanos.

En nombre del colectivo Escritores por Ciudad Juárez continuamos con esta llamada a la solidaridad y la movilización. Quienes lo deseen pueden remitirnos sus poemas o textos, alusivos al conflicto que padece Ciudad Juárez, que serán colgados en este blog y posteriormente utilizados en cuantos proyectos y publicaciones decidan los organizadores de las lecturas solidarias. Las colaboraciones serán colgadas como entradas, con el nombre del autor o autora, junto al nombre de la ciudad de donde nos escriben. Y cada nueva colaboración del mismo autor o autora será añadida a la primera de sus colaboraciones.

Dirección de contacto: poemasporciudadjuarez@hotmail.es

jueves, 26 de septiembre de 2013

ARTURO ESCALANTE B. Ecatepec, México


La piedra
 
Totalmente requemados por el sol, después de absorber las ultimas
bocanadas de brisa marina, satisfechos y cansados físicamente de
nuestra aventura playera, una vez vertidas sobre la arena las
tensiones y resabios de la vida cotidiana, y asimilando imágenes y
sabores exuberantes, tomábamos café, antes de abordar el autobús de
regreso. En el restaurante de la terminal, saturado de turistas
complacidos y felices. Los tres amigos y compañeros de viaje,
repasábamos nuestras emocionantes experiencias en este Campeonato
Internacional de Surfin, que anualmente se celebra en las playas de
Zicatela, en Puerto Escondido, Oaxaca. Fin del festival, fin de
vacaciones, ¡Otra vez al trabajo!
En una mesa contigua se encuentran dos operadores platicando con el
jefe de tráfico de la terminal, a quien conocimos cuando informaba al
público que se retrasarían las corridas de las 8 y 9 de la noche, un
viejo y experimentado operador de autobuses con veinte años de
experiencia en las rutas de la costa del Pacífico; aprovechamos la
oportunidad para preguntarle, en tono de reclamo, el porqué del
retraso tan prolongado, hora y media de espera es injusto. Nos ofreció
disculpas y nos invitó  a su mesa para platicarnos sobre el retraso.
Hace dos días hubo un asalto  a dos automóviles y una camioneta antes
de llegar a Marquelia, Estado de Guerrero, y hemos determinado que
durante estos días de mayor afluencia turística, las tres últimas
corridas de la noche se hagan juntas, por seguridad de los pasajeros,
de manera que los autobuses se trasladen en caravana. Les voy platicar
porque razón:
Hace algunos años existió una banda de asaltantes muy peligrosos que
tenían asolada a la región y los transportes de pasajeros éramos sus
clientes favoritos, escogían las ultimas corridas de la noche para
asaltarnos en alguna zona desolada y oscura entre Marquelia y
Cuajinicuilapa, ponían barricadas  para que los autobuses se
detuvieran, los desviaban fuera de la carretera; armados con
metralletas y pistolas de grueso calibre, insultaban y amagaban a los
pasajeros,  se llevaban sus pertenencias y golpeaban fuertemente a los
que se resistían;  a nosotros nos obligaban a entregarles el equipaje.
 A pesar de las denuncias y actas levantadas, los operativos de
protección y vigilancia no lograban detenerlos, muchos compañeros
operadores fueron heridos y golpeados, uno murió.
Una ocasión fui testigo y víctima de la peor atrocidad, bajaron a los
pasajeros para despojarlos de todo, incluyendo ropa y zapatos, con
lujo de violencia desnudaron y violaron a dos turistas norteamericanas
e hirieron brutalmente a su acompañante que quiso defenderlas. Una de
ellas era sobrina de un gringo pensionado que desde hace muchos años
construyó unas cabañas en Punta Zicatela que renta a turistas
extranjeros. Este personaje se movilizó rápidamente y denunció los
hechos ante las autoridades estatales, causó  gran alboroto y llegó
hasta la Procuraduría General de la República  y también solicitó la
intervención de su embajada en la ciudad de México.
Como era de esperarse, logró su objetivo, se iniciaron las
investigaciones correspondientes; entre varias versiones de los
pobladores de la región se mencionaba con reservas y temor que
posiblemente se trataba de un grupo de campesinos y pescadores
marginados, asentados en un pequeño pueblo de nombre La Piedra, cerca
de la barra del río Quetzala. Con fama de  traficantes de droga y
armas de alto poder de manufactura norteamericana, a veces dispersos
por la sierra y las más por la costa donde recibían la mercancía,
pero atrincherados en esa población a la que nadie se atrevía a
acercarse, ni siquiera la policía, por alguna razón, podía entrar.
Las denuncias, la intervención de muchos comerciantes amenazados y el
reclamo del consulado norteamericano, obligó al gobierno a dar
instrucciones para que interviniera el ejército y atrapara a los
delincuentes a como diera lugar.
Durante las siguientes semanas se implementó un operativo militar para
escoltar a los transportes de pasajeros y se habilitaron varios
retenes para vigilancia estrecha; mientras agentes especiales de
inteligencia civil continuaban con las pesquisas. No sucedió nada, los
asaltantes no aparecieron, se modificaron las estrategias y tampoco
funcionaron, pero continuaban cometiéndose los asaltos express en
diferentes puntos  de la costera y rápidamente desaparecían; se llegó
a la conclusión de que  había algún informante dentro del sistema de
transporte.
Se eliminaron las escoltas, se infiltraron militares vestidos de
civiles entre los pasajeros y en uno de los  compartimientos de
equipaje,  donde descansan los choferes auxiliares, escondidos dos
agentes bien armados. Personalmente un coronel de la zona militar
encabezó el operativo. Durante varios días el panorama se mantuvo sin
novedad, hasta que un domingo en la madrugada, en la zona más alejada
de la costa, bloquearon la carretera con troncos de árbol, ocho o diez
asaltantes rodearon el autobús, ordenaron que  todos bajaran, los
agentes escondidos salieron disparando y en el autobús el coronel
gritó a los pasajeros ¡todos al suelo, cúbranse!; cuando los militares
se disponían a bajar cuatro asaltantes,  que también venían
infiltrados y que burlaron el cateo en la terminal, dispararon y
mataron al coronel y a sus asistentes,  cayó uno de los ladrones.
La trifulca fue espantosa, después del tiroteo escaparon rápidamente
hacia la sierra y se perdieron. El saldo fue negativo, tres militares,
el coronel y un agente especial muertos; un militar y cuatro pasajeros
heridos, el chofer auxiliar mal herido, poco tiempo después falleció;
tres asaltantes muertos y otro herido, al que lograron detener y
trasladar a la zona militar, donde fue interrogado y confesó cuantos
eran  y donde estaba el centro de operaciones.
Para el ejército significó una afrenta vergonzosa y un deshonor que
cimbró su orgullo castrense. Ocho días después, un batallón de
infantería y un grupo de agentes especiales tomaron por asalto La
Piedra, ametrallando a todos los hombres que encontraron, jóvenes,
viejos y ancianos, arrasaron y quemaron el poblado totalmente. Solo a
las mujeres y niños dejaron huir al monte. Cuentan que también hubo
violaciones y desaparecidas.
Al tercer día afuera de Arcelia Guerrero, a la orilla de la carretera
federal aparecieron como muestra y para escarmiento, veinticinco
cadáveres alineados con los brazos abiertos y la cara al cielo.
Se escucha una chicharra que nos corta sorpresivamente  el estupor
que nos causa esta increíble historia. Con la cara triste el viejo
operador se despide indicándonos que es hora de partir; a las 22:00
horas en punto tres autobuses en caravana parten hacia el Distrito
Federal.

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