Encrucijada
Quizás
porque soy chaparrita y oscura, de niña soñaba con ser como una
gringuita, escapar de la maquila y la miseria. Pero lo que deseaba
por encima de todo era poder vivir sin miedo. En aquella época, todo
me asustaba, los ruidos en la noche, las miradas de los hombres,
hasta el desierto, pues las dunas parecían tener vida propia como
animales al acecho.
El
exilio sabe amargo. Lejos, me sentía como un árbol de frágiles
raíces en una espiral de vientos extraños. Añoraba tanto la
calidez de nuestra lengua, la tibieza de la luz, que temí que el
recuerdo comenzara a convertirse también en una ilusión, en otra
quimera. Y no, yo no quería olvidar las cruces rosas, las esperanzas
mutiladas, la injusticia. Los sueños pueden ser a veces espejismos
nomás.
Por
eso ahorita mi patria es la frontera, aprendí a entender el lenguaje
del desierto, a amar sus cactos de espinas y miel. Ni el olvido ni la
nostalgia podrán vencerme, hacerme renunciar a lo que soy, porque
ahora yo soy encrucijada.
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