MADRE CENIZA
Se ha secado la fuente de tu rostro,
por eso lo ocultas bajo la ceniza
que ya es tu hija.
Se te ha ido la luz,
que ilumina las ganas,
tampoco estás del todo viva.
Te han descarnado el fruto de tu
vientre,
han clavado en tu seno,
la lanza de la muerte.
Tu raíz, barro fértil, cántaro de
simiente,
vid de dulce caldo,
es ahora abrojo del desierto.
En tu boca nacen ahora
palabras sin sonido,
aullidos que te roen las vísceras.
De tus manos de madre,
siempre llenas,
ahora brotan rotos sarmientos.
El alma de los caminos,
donde las huellas de tu niña se
fosilizan,
se ha convertido en pudridero.
Noto en estas venas mías,
que son las tuyas y las de ellas, las
caídas,
un incendio de risas nunca vividas.
En el corazón de la tierra,
descansan los sueños de las
inmoladas,
descansan los juegos que no tuvieron.
La tierra llora esta noche,
llora la luna, y el universo llora,
han estado contando cadáveres.
Han estado contando ojos que no ven,
oídos sordos, contaron también.
Y… han contado labios secos de
palabras.
Labios secos de palabras, de besos,
de nanas, de saliva por donde
nace el amor.
Se ha secado la fuente de tu rostro.
Todas las fuentes que manan vida, se
han secado.
La muerte marca los días.
Marca los días,
los aprieta contra
la ruta equivocada.
El alma de los caminos,
se ha convertido en lodo,
donde enterrar los secretos.
¡Qué secretos! ¡Aquí no hay
secretos!
¡Hay locura silente! ¡Barro molido!
¡Jóvenes huesos descarnados!
Quiero aullar, como loba acorralada,
pero todos los sonidos se me quedan en
el alma.
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