Hay una mujer tirada durante siglos
al cabo de la calle.
Da igual el arco del paralelo donde chorree
con su sangre y todo.
Su cabeza puesta en el filo de un canto
al cabo de la calle
con el paraguas en el pubis
para que no se note como llovizna
el carmín de la tristeza.
Siempre hay una mujer tirada
en la apotema de un polígono
con maquilas de celulosa
para limpiar al fin y al cabo la calle
junto a los labios
por donde empieza la ablación
a enmudecer.
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