Ahora que todo es silencio en torno mío,
que lo sucedido parece sacado de un sueño resistiéndose a olvidarse;
ahora que ya nadie habla de mí ni de las otras,
que este silencio alrededor fue provocado por quienes callaron a los que nos
quieren y extrañan;
ahora que lo ocurrido dejó de decirse en la tele,
por dejar de ser morbosamente rentable;
ahora que el olvido empolva y pudre la madera de esas cruces rosas,
que pusieron, según, para recordarnos;
ahora que cada vez menos gente se acuerda de lo que nos pasó,
parece que vuelvo a ser una niña,
cuando sólo preguntas salían de mi boca.
¿Por qué me tocó ser pobre,
si teniendo dinero nada me habría pasado?
¿Por qué no pude trabajar en otro lado,
donde no me agotara tanto por tan poco?
¿Por qué tuve que joder mis ilusiones
en una jodida maquiladora,
a cambio de un jodido salario,
sometiendo mi trabajo a los números
de una jodida tarjeta de asistencia?
¿Por qué salí a trabajar ese día,
pudiendo reportarme enferma?
¿Por qué se fijaron en mí esa noche?
¿Por qué, en lugar de sentir un tierno beso,
tuve que aguantar ese maldito tufo a whisky?
¿Por qué, en vez de recibir una caricia,
soporté esos manoseos enfermos en mi cuerpo?
Todo lo hice como me dijeron.
Todo lo recibí sin gritar ni protestar.
Yo me partí la madre trabajando
por un sueldo miserable;
ellos, por dejarme hacer de todo,
me partieron en no sé cuántos trozos.
Sólo fui una mujer jugando el juego,
un número más, trabajando en un taller.
¿Por qué, Dios mío?
¿Qué necesitaba para no morir?
Ahora que el rompecabezas de mi cadáver
se ha hecho polvo,
sólo cabe preguntarme
¿Por qué me pregunto tanto,
si ya no hay quien pregunte?
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