I
Quieres, ahora,
pronunciar palabras que salven
y sientes en el pecho
todo el peso
del tiempo en que callaste:
losa de silencio
sobre la fosa común
que es la frontera.
II
Sicario,
cuídate de las palabras.
Si no acabó contigo
tu hermano;
si te libraste del disparo,
del puñal
o de la soga.
Si quien te paga
aún no ha decidido
la hora de tu muerte,
has de saber
que no te librarás de las palabras.
Se acerca el día.
Ya pasean las calles,
suben al autobús,
toman las plazas.
La ciudad resucita.
Los muertos alzan la voz.
Se desvanece
la sombra del silencio.
III
Con paciencia de pendolista
rotulan sobre tablas
los nombres de los muertos.
Nunca más el silencio
que condena al olvido,
que origina la infamia.
Los nombres así escritos
son oasis:
renuevos de la vida
en medio de la muerte.
COTIDIANA
Justo al arrancarle un brazo
al último cadáver
se salpicó de sangre la camisa.
También el pantalón
pero muy poco.
Se lavó las manos
y aunque era tarde
se entretuvo aún
en tomar en el bar
su trago favorito.
Llegó a su casa tarde,
la mujer dormía.
Se desnudó despacio:
no vaya a despertarse,
pensó,
y vea la camisa.
Septiembre 2014
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