Nos adelgazan la esperanza
hasta quedarla como hondón de aguja,
rompiendo todos nuestros sueños
como si de figuras de barro se tratara.
En este tiempo de trepidantes cambios y adioses
a tantas conquistas que han costado siglos,
vivimos al ritmo del Decreto-Ley,
-sucios y enmarañados papeles
rubricados por manos impregnadas
de extraños intereses-
Sólo dejan gotear las heridas
de un pueblo que malvive
con un futuro incierto
y sin apenas ilusión.
Se equivocan aquellos
que sólo luchan
por el vil metal,
-divinidad que hoy globaliza la Tierra-,
que importa más que el ser humano,
donde una inmensa minoría
degrada a la totalidad
imponiendo sus criterios.
… Por desgracia,
la Historia se repite
una vez más.
Mérida, 12 de diciembre de 2013.
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