Desde el 1 DE SEPTIEMBRE DE 2012 hemos venido celebrando en numerosos pueblos y ciudades del planeta, las lecturas solidarias "ESCRITORES POR CIUDAD JUÁREZ".

Estas lecturas están convocadas en solidaridad con Ciudad Juárez, en representación de todo el pueblo de México y por extensión de cualquier otro rincón del planeta donde el miedo, consecuencia última de la violencia, es utilizado para imponer la voluntad y los intereses de los grupos de poder sobre los derechos y la dignidad de los pueblos y los ciudadanos.

En nombre del colectivo Escritores por Ciudad Juárez continuamos con esta llamada a la solidaridad y la movilización. Quienes lo deseen pueden remitirnos sus poemas o textos, alusivos al conflicto que padece Ciudad Juárez, que serán colgados en este blog y posteriormente utilizados en cuantos proyectos y publicaciones decidan los organizadores de las lecturas solidarias. Las colaboraciones serán colgadas como entradas, con el nombre del autor o autora, junto al nombre de la ciudad de donde nos escriben. Y cada nueva colaboración del mismo autor o autora será añadida a la primera de sus colaboraciones.

Dirección de contacto: poemasporciudadjuarez@hotmail.es

miércoles, 8 de agosto de 2012

JOSÉ CARLOS IGLESIAS DORADO, Burgos, Castilla-León


AUSENCIAS Y REGRESOS

Te dije que no marcharas, Lupita mía. Que te quedaras aquí, en el pueblo, cuidando de tus pinches, de la abuelita vieja, de las gallinas. No hiciste caso, prenda mía, y te empeñaste en partir allá donde los hombres sólo lo son cuando tienen la compañía del hierro. A Ciudad Juárez que te marchaste una mañana en que hasta los zopilotes se arrinconaban a tu paso porque miedo que les daba sólo el oír ese nombre. Que bien saben los que mandan que nosotros aquí, en el pueblito, nunca quisimos saber nada de revoluciones ni independencias.

Cuantas veces te dije que allí no encontrarías nada, corazón. Ay si te hubieras quedado aquí, que para llenar un poquito el buche tenemos de sobra, y si hay que racionar los ranchos se hace, porque eso llevamos haciendo toda nuestra santa vida.

Cómo sabía yo que aquellas cartas que nos mandabas al principio, diciendo que todo era chévere y macanudo, sólo eran canela para que no nos preocupáramos. Si hasta don Elpidio, el cura de la parroquia, decía que allí pasaban cosas muy raras. Ay Lupita mía, prenda del alma, que nos quisiste engañar con plata que nunca poseíste, con galanes que nunca amaste, con lujos que ni siquiera tus lindos ojos llegaron a ver. Lo que no hubieras sido capaz de hacer con tal de contentar a tu mamacita querida.

Hasta que las cartas dejaron de llegar mi Lupita, que siempre te llevaré en mi corazón seco de sufrir, y la abuela no dejó un solo día de ir a prender una vela por ti a la capilla de la virgen del Carmen. Ya sabes que de siempre esa y no otra fue su guía. Platicaba la pobrina con la Santa pidiendo por ti, diciéndola que la mostrara que aún andabas rondando entre los nuestros, que lo mismo la daba que no vinieras cargada de plata y de ofrendas para los chamacos. Que retornaras a la tierra de la que nunca tuviste que marchar. Pero ni la virgen ni los santos dieron fe. Sólo las noticias de que Ciudad Juárez es un cementerio donde ni los huesos tienen nombre ni las personas valor alguno. Más no para nosotros, tesoro mío, que siempre te tendremos en nuestros corazones. Lupita del alma, aquí seguiremos esperando esa carta que nos diga dónde pasar a recogerte de regreso al pueblo. Al lugar del que nunca debiste marchar.

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