Desde el 1 DE SEPTIEMBRE DE 2012 hemos venido celebrando en numerosos pueblos y ciudades del planeta, las lecturas solidarias "ESCRITORES POR CIUDAD JUÁREZ".

Estas lecturas están convocadas en solidaridad con Ciudad Juárez, en representación de todo el pueblo de México y por extensión de cualquier otro rincón del planeta donde el miedo, consecuencia última de la violencia, es utilizado para imponer la voluntad y los intereses de los grupos de poder sobre los derechos y la dignidad de los pueblos y los ciudadanos.

En nombre del colectivo Escritores por Ciudad Juárez continuamos con esta llamada a la solidaridad y la movilización. Quienes lo deseen pueden remitirnos sus poemas o textos, alusivos al conflicto que padece Ciudad Juárez, que serán colgados en este blog y posteriormente utilizados en cuantos proyectos y publicaciones decidan los organizadores de las lecturas solidarias. Las colaboraciones serán colgadas como entradas, con el nombre del autor o autora, junto al nombre de la ciudad de donde nos escriben. Y cada nueva colaboración del mismo autor o autora será añadida a la primera de sus colaboraciones.

Dirección de contacto: poemasporciudadjuarez@hotmail.es

jueves, 27 de septiembre de 2012

FEBRONIO ZARATARIN, Chicago, Illinois

 El Toro Mochales

Mi signo es la muerte
El amante de mi madre asesinó a mi padre
Gracias a mi nodriza no corrí la misma suerte
Fue a otro niño al que destazaron

Mi padrastro me buscó por mar y tierra
Sabía que en el mundo no cabíamos los dos
Para sus enemigos era valioso y me escondieron

Creció mi odio
Aprendí de emes dieciséis y de cuernos de chivo
No se diga de dagas y machetes

A mi madre la ignoré
A él lo castré
Le corté los brazos y lo ahorqué en la viga del portal del atrio

No tengo amigos ni santos ni dios
Todo lo veo en miniatura y muy lejano
Cuando quiero dialogar abro la puerta trasera y me meto en las tinieblas



 

Pandemónium

Nos hemos vuelto carne de cañón. Una se la juega en una ida al estanquillo. Cuando mi hijo sale a divertirse me quedo la noche en vela. Le pido que no salga, que hasta en misa una se siente insegura.

Mi ahijada Marta desapareció hace unos días. Ayer me llamó mi comadre para que la acompañara a identificar un cuerpo. Allí estaba, la pobre, en una mesa, toda moreteada y con los senos arrancados. Había heridos y muertos por todos los rincones del Hospital General; un señor se alzaba pidiendo que le curaran su pierna acribillada. Mi comadre se quedó y yo me tuve que devolver. Al salir, me fui caminando por en medio de la calle, lista para echarme a correr, como esos muchachos en algún lugar cuando van a soltar los toros.

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