Pierre golpeaba sin
descanso, sin esperar siquiera a que ella callara, procurando
descargar el golpe más arriba o más abajo que la vez anterior, para
que las señales quedaran marcadas con nitidez. Él ya se había
detenido, pero ella seguía gritando y las lágrimas corrían en la
boca abierta.
Pauline Réage
Pronto
llegará el momento, la oscuridad se ha vuelto mi nuevo mundo, casi
he olvidado el contacto con el aire, el miedo ha inundado mis
pulmones. Las otras mujeres lloran, gritan, yo sólo espero que
llegue el momento. Pronto seré una de ellas, de las que la gente
pasa años buscando, pronto, cuando mi cuerpo ya no les sirva
apareceré en un terreno baldío, ahí la tierra disfrazará mis
heridas y el sol será mi cobijo, estaré bajo ese azulejo de cruces
sin nombre.
No
le temo a la muerte, sino al olvido. He perdido la cuenta de los
hombres que han pasado por mis piernas, sus dedos fueron suplidos por
cuchillos, mi humedad por silencio, sus besos por golpes. Las
caricias me hacen sangrar, más de una parte de mí está rota, creo
que al ponerme la venda me convertí en una muñeca de porcelana, mis
piezas se van cayendo poco a poco. Ojalá su olor se me escapara de
los poros, ojalá su esencia se borrara de mi piel. Ojalá mi aire no
fuera el calor de su aliento. Pronto llegará el momento.
A
veces, cuando tengo a alguien sobre mí, me aferro a los recuerdos: a
la sonrisa matutina de mi madre, a la compañía de mis amigas, al
trabajo en la maquiladora, a los juegos con mis dos hermanas,
recuerdo las navidades austeras, los fines de semana en casa, los
veranos interminables, las noches efímeras. No quiero olvidar cómo
se sentía el calor entrando por mis poros y cómo un vaso de agua
podía ser la mejor parte del día. Siempre trato de imaginar que
estoy en otro lugar, así los golpes no duelen tanto. Pobre de mi
madre, ojalá se resigne pronto, ojalá no le quiten a otra de sus
hijas, ojalá no la dejen ver mi cuerpo. Pronto llegará el momento.
Ana,
Fátima, Grisel, Olga, Verónica y Laura están en el mismo lugar que
yo, sólo reconozco la voz de Laura, cruzamos unas cuantas palabras
en alguna ocasión, quién iba a decir que nos íbamos a volver
hermanas de sangre y de muerte, de dolor y carteles pegados. Pero
para ellos ninguna tiene nombre, ni cara, ni familia, ni sueños.
Seremos una cruz más, una foto entre miles, una ausencia vuelta
costumbre.
Ha
llegado el momento. Cada vez estoy más débil, siento cómo la
sangre abandona mi cuerpo. Un hombre: uno, dos, tres orgasmos, muchos
golpes, siento cómo derrama su estremecer. Ya no tengo fuerzas para
recordar. Otro hombre: Uno, dos, orgasmos, muchos golpes. Es difícil
respirar, Otro hombre: uno, dos, tres orgasmos. Ya los golpes no
duelen más. Otro hombre: uno…. Dos….Otro: uno…… dos…….tres.
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