Desde el 1 DE SEPTIEMBRE DE 2012 hemos venido celebrando en numerosos pueblos y ciudades del planeta, las lecturas solidarias "ESCRITORES POR CIUDAD JUÁREZ".

Estas lecturas están convocadas en solidaridad con Ciudad Juárez, en representación de todo el pueblo de México y por extensión de cualquier otro rincón del planeta donde el miedo, consecuencia última de la violencia, es utilizado para imponer la voluntad y los intereses de los grupos de poder sobre los derechos y la dignidad de los pueblos y los ciudadanos.

En nombre del colectivo Escritores por Ciudad Juárez continuamos con esta llamada a la solidaridad y la movilización. Quienes lo deseen pueden remitirnos sus poemas o textos, alusivos al conflicto que padece Ciudad Juárez, que serán colgados en este blog y posteriormente utilizados en cuantos proyectos y publicaciones decidan los organizadores de las lecturas solidarias. Las colaboraciones serán colgadas como entradas, con el nombre del autor o autora, junto al nombre de la ciudad de donde nos escriben. Y cada nueva colaboración del mismo autor o autora será añadida a la primera de sus colaboraciones.

Dirección de contacto: poemasporciudadjuarez@hotmail.es

domingo, 7 de octubre de 2012

VICTORIA PELAYO RAPADO, Cáceres, Extremadura

JUÁREZ

La noche que desapareció, las luces de la víspera surgieron de nuevo en mitad de la nada, como si un animal dormido hubiese abierto los ojos de repente, y, como el peor de los presagios, sucedió poco después de que todos los viajeros hubieran bajado del autocar. El corazón empezó a latir a mil por hora, sabía que las casualidades no existen, además hoy, el chofer, con la vista fija en la carretera, no la ha mirado ni una sola vez por el retrovisor conduciendo indiferente a la persecución a la que están siendo sometidos. En el exterior, excepto los faros como ojos de animal, todo es negrura. De pronto un frenazo la impulsa con brusquedad contra el asiento delantero. Se golpea la cabeza y todo sucede muy deprisa, el conductor, que ha saltado fuera, habla a gritos, al parecer con alguien que le recrimina o le empuja o amenaza, no está segura, porque el golpe la ha dejado aturdida, no reacciona cuando dos hombres entran en el vehículo, tampoco cuando un calor húmedo comienza a extenderse lento por los pantalones, las risotadas de los hombres estallan contra las paredes metálicas del autobús, no siente dolor alguno al ser arrastrada entre los asientos, ni cuando la cabeza rebota contra los escalones de la entrada, sólo vergüenza al descubrir que el repentino calor que la empapa proviene de su cuerpo, descontrolado ya, provocando las carcajadas de sus asesinos.

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