EL AYER DE UN
MAÑANA
No hay dulzura en un ayer
que no se retuerza en un ansia de un mañana.
Mujeres enraizadas en una tierra amarga que
suspiran
en un rincón de lamento silencioso,
cuyos
pechos no dejan de palpitar por un
futuro
entumecido.
Voces que crepitan en un ocaso
amamantando la furia del olvido.
Hace poco alguien dijo:
La vida es el tiempo que empleamos
En aprender a amar las voces del mundo.
Yo,
ahora,
pequeño latido de voz,
me uno al grito de
vuestra memoria,
para que el amargo
ayer
se transforme en el
río del mañana.
Un río repleto de
agua dulce
Que fluye por una
tierra estéril y desangrada.
Un susurro de amor
Capaz de convertir el
silencio en salmo
Y el desierto en un
vergel
del color de vuestra
leche tibia.
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