LA CACERÍA
Cuando una vida no tiene valor, ninguna
vida tiene valor.
Los ha podido esquivar durante sus
pocos meses de vida. A su madre ya la mataron. Pero, en el fondo,
tuvo suerte porque por aquel entonces ella ya podía buscarse la vida
por sí misma, igual que sus hermanos. A algunos de ellos también
los mataron, otros se fueron o desaparecieron. Ella no ha podido irse
muy lejos. Tiene una herida mal curada que le impide correr y
sobrevive desplazándose de noche y con sigilo hasta lugares donde
casi siempre encuentra algo de comer.
Pero, esa mañana, una máquina irrumpe
para retirar los tubos donde se ha estado guareciendo durante el día
desde hace un tiempo. Consigue saltar antes de ser aplastada, pero
queda por un momento desprotegida bajo el sol blanco que hiere sus
pupilas. Mientras puede hacerse con esa explosión de claridad
inesperada, es su oído el que le avisa del peligro.
.- ¡Mirad allí! ¡Vamos!
Los chicos se reúnen y salen a la
carrera. Ya saben cuál es la táctica, rodear a su objetivo, y la
ejecutan a la perfección. Ella los ve venir y no encuentra la forma
de escapar. Desesperada, empieza a gritar. Es un grito desgarrador
que parecer enardecer aún más a sus perseguidores. Intenta huir
pasando por el hueco entre dos de ellos que le parece más amplio,
pero su herida le impide correr lo suficiente. Un palo le golpea la
espalda y, aún con todo, consigue alejarse renqueante. Pero los
asesinos no se rinden. Es su diversión de esa mañana sin colegio,
sin padres, sin nadie que no vea en eso que hacen una diversión de
chiquillos. No van dejar que termine tan pronto.
Finalmente, la acorralan en un alpendre
medio derruido. Está en un sitio de difícil acceso y ya saben que
no conviene arriesgar la mano. Al cabecilla se le ocurre una idea
brillantel. Mientras unos cuantos impiden su salida, otros pocos
dejan caer sobre su frágil escondite una piedra de buen tamaño. El
efecto les satisface mucho más de lo que esperaban y lo celebran con
gritos de júbilo. Todo se derrumba con estruendo alrededor de ella
entre una nube de polvo.
.- ¡Qué grande! Ha sido nuestra mejor
caza.
.- Ya, pero ha muerto muy rápido.
.- ¿Y el espectáculo, qué?
.- Grandioso. Vamos a ver qué ha
quedado del bicho.
Los chavales se aprestan a quitar los
trozos de techumbre y piedra. Lo que se encuentran al terminar no es
una pequeña gata callejera aplastada. Es algo que no se esperan.
.- ¡No puede ser! ¡Es mi hermana!
.- No. ¡Es la mía! ¡Hermanita! ¿Qué
le hemos hecho?
.- ¡Cállense! ¿No ven que es mi
mamá?
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