Páginas

martes, 28 de agosto de 2012

RONALDO REVAGLIATTI, Buenos Aires

Del claudicar 



Como todos
nació sin terminar
Creció sin terminar
de hacerse

No pudo, no aguantó
renunció al infinito hacerse

Y así siguió por siempre
cumpliendo rituales, burocracias
más o menos plagado de ademanes sociales
e impromptus antisociales
cumpliendo con sumatorias onomásticas
esas inevitabilidades propias
de alguien muy cumplido:

inevitabilidades esquivas
a los procesos de terminación.



¡Justo el 31!

“Feliz daño nuevo!”
Martín Micharvegas (de “Parajodas (II)”, 1998)


En el daño que viene
seremos probable y comparativamente
más dichosos que en el daño actual

Este daño nos dejará resabios penosos
Como todo daño se irá pero no muy lejos
Nos merecemos otro daño
después de la seguidilla de desbarranques
de daños anteriores

Brindemos por un daño mejor
y despidámonos de éste:

¡Feliz
Daño
Nuevo!


Pequeño descubridor 



Tempranamente he descubierto
que se puede uno parecer
a un tarado

No siempre a un tarado:
en ocasiones, a un salame
un bólido, un mequetrefe
un muerto de frío
un impresentable o ni fu ni fa

y no pocas veces
otros pareceres
de índole contigua
delatora de insuficiencias
ha podido uno
personificar
y personificar

Y lo más interesante, claro:
sin serlo.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario