Del claudicar
Como todos
nació sin terminar
Creció sin terminar
de hacerse
No pudo, no aguantó
renunció al infinito hacerse
Y así siguió por siempre
cumpliendo rituales, burocracias
más o menos plagado de ademanes sociales
e impromptus antisociales
cumpliendo con sumatorias onomásticas
esas inevitabilidades propias
de alguien muy cumplido:
inevitabilidades esquivas
a los procesos de terminación.
¡Justo el 31!
“Feliz daño nuevo!”
Martín
Micharvegas (de “Parajodas (II)”, 1998)
En el daño que viene
seremos probable y comparativamente
más dichosos que en el daño actual
Este daño nos dejará resabios penosos
Como todo daño se irá pero no muy lejos
Nos merecemos otro daño
después de la seguidilla de desbarranques
de daños anteriores
Brindemos por un daño mejor
y despidámonos de éste:
¡Feliz
Daño
Nuevo!
Pequeño descubridor
Tempranamente he descubierto
que se puede uno parecer
a un tarado
No siempre a un tarado:
en ocasiones, a un salame
un bólido, un mequetrefe
un muerto de frío
un impresentable o ni fu ni fa
y no pocas veces
otros pareceres
de índole contigua
delatora de insuficiencias
ha podido uno
personificar
y personificar
Y lo más interesante, claro:
sin serlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario